Soy propensa a los calambres espirituales,
mi amor radica en un abultado órgano
encima del ombligo lunar.
Tuve suerte al dejar huella
en la espuma de un alma que encontré.
Mi espíritu consigue alivio
con el tratamiento de elevar los ojos
mirando un par de otros,
bebiendo café.
El antídoto son letras liberadas
haciendo preguntas
que terminan recetando olvido
aunque se destruyan células vitales
parchando prematuras heridas
de un corazón en expansión vulnerable.
Permanezco en el bosque
recitando un destino a seguir
una vida a adoptar
subiendo a la ciudad
un viernes
a encontrarme con un nombre
del sendero no conocido
que sostenga mis pies, cuando se agotan,
cuando tengo frío.
A pleno sol improvisé una danza
a la luz de una fogata
que se transforma en mi sangre.
Manos bonitas
tiene mi empírica visión,
de vida; de hambre.
1 comentario:
Un Manifiesto. Tu manifiesto. Curiosamente no me costó tanto entenderlo, a diferencia de otros versos tuyos. Parece que algo he ido aprendiendo, je je. Saludos, Ema.
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