viernes, 28 de septiembre de 2012

De su atado de renuncias



Me hizo una trenza,
ocupó todo mi pelo,
luego la desarmó
como se desarman los juguetes siendo niño, 
sin pedir perdón, sin pedir permiso
me soltó, me besó y me volvió a soltar
para irse a casa con su soledad decidida
como la mayoría de los pasajeros
que me han acompañado en la estación.

Has de saber que los oculto
y los cultivo como a un culto,
orando culposa esos recuerdos.