sábado, 26 de enero de 2013

Desde que habita el sol




Su mirada estaba a los pies
de la cama de mis ojos
tocando pestañas, lagrimales
y fibras soñadoras...
a los pies, sí, atravesando mis dedos
como un gato nocturno
jugando en la oscuridad.
Lo negro, de mis pupilas,
se encendía con su fogosidad
con veintiún grados,
como fecha y cambio de estación,
lo sincero del misterio
la aguda dimensión de su visión;
lo opuesto de la mentira
y el frío, 
lo real de los mitos
que surgen por la primavera.
Cuánto duran las noches del verano
el clima para caminos de Enero.
En lo que puede tornarse una región
del abismo del pecho
deshabitada de esperanzas,
como se contornean los pechos
desde que habita el sol.

Amando los amaneceres de palabras.